26 de septiembre de 2010

El cine de mi vida

El cine siempre ha sido mi pasión. Recuerdo que de niña, era feliz cuando la escuela organizaba una función en el cine Roble de Alajuelita, porque teníamos que comprar al menos una entrada, y eso me aseguraba la asistencia.
No teníamos muchos recursos económicos, así que las visitas al cine eran ocasionales. Recuerdo una vez que mi mamá me llevó, junto a mis otros hermanos, a ver Astroboy. También recuerdo haber visto una película que se llama El karateca rompehuesos. Y, creo que la última película que vi en ese cine fue con mi papá.
En el colegio tuve la oportunidad de ver alguna de las películas de la pantera rosa en el cine Zaida, gracias a que mi colegio, el Liceo del Sur, se vería beneficiado con la taquilla.
Al ingresar a la Universidad de Costa Rica, tuve la dicha de asistir a las funciones de la Cinemateca de Estudios Generales, lo que me permitió disfrutar de películas que no hubiera podido apreciar de otra manera. No olvido cuanto lloré viendo Ifigenia. El curso de Apreciación de cine, del ciclo de Humanidades, modificó mi mirada de tal forma que ya no eran esos ojillos asombrados ante el espectáculo de la cinematografía, los que absorbían cada escena.
El trabajo me dio la posibilidad de contar con mayores recursos y posibilidades para ir a todos esos cines que había en San José. Las visitas al cine se hicieron más regulares, hasta adoptar la costumbre de ir al menos una vez a la semana. Antes de que construyeran el mol en San Pedro, yo disfrutaba del sétimo arte en el majestuoso cine Rex, en el Bellavista, el Capri, el Universal, el California, ahora inexistentes; y en el Magaly, la Sala Garbo y hasta en el Laurence Olivier.
Últimamente mis visitas al cine se han distanciado. Pareciera que los días ya no alcanzan para todo lo que hay que hacer. Los momentos desocupados quiero disfrutarlos al máximo al lado de mi pareja, quien no comparte mi pasión por el cine.
Ahora, en lugar de sentarme, como el personaje de Kosinsky en Desde el jardín, mirando lo que sucede en la pantalla, me he convertido en la protagonista de mi propia historia. Me he dedicado a construir una vida al lado de la persona que amo y un espacio para desarrollarme profesionalmente.
Sin embargo, el cine, como el teatro griego en su momento, siempre será ese espacio en el que junto con el protagonista escaparé de las balas, me enamoraré o lloraré por un dolor irresistible; allí seré una descubridora o creadora de nuevos mundos; una mujer exitosa o una fracasada; seré una heroína o seré la persona más triste del planeta.
En el cine siempre tendré la posibilidad de reír, llorar, asombrarme y vivir todo tipo de emociones, sin que deba mantenerlas en forma permanente, sin que sean realmente mías. Solo me quedará la satisfacción que produce resordar esos momentos en los que la ficción parece ser parte de la realidad... de mi realidad.

4 de febrero de 2010

Mi regalo de Navidad

El año pasado, mi regalo de Navidad sufrió un leve retraso; pero, la emoción por la cual me vi embargada en el momento en que abrí la caja, superó con creces los inconvenientes de faltar a la tradición. El caso es que en el pesado paquete que me entregaron, venían un par de libros de tapa amarilla, desde los Estados Unidos (pues si eran comprados en España el costo sería mayor). Así, desde el imperio angloparlante llegó a mis manos la Nueva gramática de la lengua española; gusto que muy pocos en Costa Rica disfrutamos, pues de momento no aparece en las librerías locales.

Y esta edición de la Gramática tiene un sentido especial para todos los filólogos que nos hemos formado con el Esbozo de una nueva gramática de la lengua española, que desde 1974 ha sido el libro de texto para los filólogos del español en todo el mundo. La última vez que la Real Academia de la Lengua editó la Gramática fue en 1931; en 1924 se le cambió el nombre a “española” en lugar de “castellana”; antes de eso, la edición de 1920 solo agregaba un nuevo capítulo a la de 1917. La primera se publicó en 1771.

Según se indica en el prólogo del libro, tal retraso obedece a la enorme cantidad de textos que se han publicado durante el siglo pasado y lo que llevamos de este; particularmente en las últimas décadas, en las que el uso de las nuevas tecnologías facilita la publicación de diversos escritos teóricos sobre la lengua española.

En el texto queda muy clara la posición de los redactores en el sentido de que se reúnen dos vertientes: la descriptiva y la normativa; a fin de tratar de hacer una presentación amplia sobre los usos del español en los diferentes países y regiones, sin dejar de lado la clásica posición prescriptiva de la Academia. Sin embargo, se señala que este texto pretende conjugar la tradición con la novedad y, a diferencia del Diccionario panhispánico de dudas, dar un mayor espacio a la descripción de los fenómenos. Se interesa, en particular, por la descripción de las diferentes variedades lingüísticas (histórica, geográfica, social); particularmente las variedades sociales, que se refieren a los sociolectos (habla popular frente a habla culta o hablas según sexo, profesión u otras clasificaciones) o a los niveles de la lengua (lengua coloquial o en situaciones formales; o el habla espontánea frente al habla más cuidada). El corpus utilizado lo conforman textos literarios, ensayísticos, científicos, periodísticos y otros –los menos- de procedencia oral.

Para realizar las descripciones de los diferentes usos, la Real Academia organizó a los hablantes en zonas o áreas lingüísticas: Chile, Río de la Plata, área andina, México y Centroamérica, Antillas, Estados Unidos y Filipinas y España. Por nuestra área participó el miembro de la Academia Costarricense de la Lengua, Miguel Ángel Quesada Pacheco, connotado lingüista costarricense. En los créditos de la edición, también se menciona la participación de de los académicos Estrella Cartín de Guier (actual presidenta), Alberto F. Cañas Escalante y Adolfo Constenla Umaña; y el colaborador Cristian Eduardo Fallas Alvarado.

Es claro que este texto está dirigido principalmente a especialistas de la lengua (filólogos y lingüistas); sin embargo, la Real Academia anuncia la aparición próximamente de un manual (con propósito divulgativo y dirigido a no especialistas) y de una edición básica o esencial (adaptable al ámbito escolar).

Finaliza el prólogo con la invitación a enviar comentarios y recomendaciones a las diferentes academias, todo con el propósito de mejorar el texto y, sobre todo, de “servir a la unidad del español”.