El reto que representó físicamente vale la pena, a pesar de los dolores de pantorrillas y de articulaciones que aún hoy se sienten en menor grado.
No fue posible llegar el primer día hasta el lugar planeado originalmente, pero fue toda una aventura disponer el lugar en el que dormiríamos.
Fue un alivio al terminar la jornada del domingo, saber que la buseta estaba a 100 metros del río que acábabamos de cruzar.
Les dejo unas fotos para que aprecien el bello paisaje del lugar.