3 de marzo de 2009

La escafandra y la mariposa

Recién entregados los premios Óscar, nuestros cines se llenan de películas premiadas. Es la oportunidad del año, pues podemos ver las películas que se estrenaron en los Estados Unidos el año pasado y que fueron elegidas por todas esas personas ligadas al mundo cinematográfico estadounidense.

Sin embargo, no podemos traicionar la sala que nunca nos traiciona y que siempre nos trae buen cine para disfrutar. Aunque con algunos años de retraso (pues el costo de los estrenos es alto), siempre tiene una buena película que ofrecernos. Por eso, no dude en ir el jueves pasado a la Sala Garbo, a disfrutar de la película francesa La escafandra y la mariposa.

Antes de comentar la película, les aclaro el significado de tan extraña palabra, que al menos no está en mi léxico cotidiano. Según el Diccionario de la Real Academia, escafandra es un "aparato compuesto de una vestidura impermeable y un casco perfectamente cerrado, con un cristal frente a la cara, y orificios y tubos para renovar el aire, que sirve para permanecer y trabajar debajo del agua".

El título no podría ser más descriptivo. La película nos cuenta la historia de Jean-Dominique Bauby, redactor de la revista Elle que luego de ataque al corazón pierde el movimiento de su cuerpo y solo lo conserva en uno de sus ojos. No puede hablar y se encuentra incomunicado, solo con sus pensamientos, enfrentándose a un mundo nuevo, muy diferente del que dominó como redactor de tan importante revista.

Al inicio, el juego con las cámaras ubica al espectador en la posición de Bauby, de forma tal que nos obliga a sentir lo que él siente. Estamos atrapados en un pequeño espacio de visión, sin poder comunicarnos con un grupo de personas que creen saber lo que queremos. Luego, las cámaras cambian su visión, pero ya han logrado ese objetivo inicial, del cual no podremos liberarnos hasta salir de la sala de cine.

La película transcurre desde la impresión de despertar luego de un coma, sintiéndose ajeno a ese nuevo mundo, pasando por estados en los que Aubry siente lástima de sí mismo y prefiere estar muerto, a una tenacidad indescriptible, que lo lleva a lograr comunicarse por medio del parpadeo de su ojo. Es así como "escribe" una novela en la que narra su experiencia.

La forma en que Mathieu Amalric (en el papel de Aubry), logra comunicar sus sentimientos, sus pensamientos y sensaciones, con solo el movimiento de su ojo, es impresionante. Ya de por sí el juego de cámaras inicial nos ha hecho meternos en su piel. Era evidente que aun cuando su cuerpo era inútil, logró utilizar el único recurso que le quedaba para comunicar la vivacidad de su mente. Fue una verdadera suerte que lograra superar su deseo de morir, para dejarnos una historia maravillosa, que luego podríamos conocer por medio del cine.

No hay comentarios:

Publicar un comentario