12 de noviembre de 2008

Campos de esperanza

Ayer, a las 5 de la tarde, estaba frente al cine Variedades con la intención de ver algunas películas de la Muestra de Cine y Video Costarricense; sin embargo, resulta que por ser el día de la premiación, la actividad sería hasta las 8 p.m.

Decepcionada, me dirigí a la parada de buses de San Pedro, para llegar al mall, donde tendría más opciones para ver. Al llegar ahí revisé la cartelera y las películas más próximas a empezar eran la de James Bond y High School Musical 3. Ante esa perspectiva, preferí ir primero a comer algo y luego regresar en espera de mejor suerte... y así fue. En una de las salas presentaban la película Campos de esperanza de Lajos Koltai, premiada en el Festival de Berlín y en el Festival Internacional de Copenhagen.

Las tonalidades grises de la película nos metieron en una época que preferiríamos olvidar, durante la Segunda Guerra Mundial y la política de exterminio judío aplicada por los nazis. Se trata de un niño que en un inicio pareciera no enterarse de lo que ocurre en su país, ocupado en vivir su paso de la niñez a la juventud.

La historia se nos va contando linealmente, como la vida misma, hasta que el joven parece entrar en un sueño, plagado de retazos. Y así, vemos a este joven que pareciera más un observador que un actor de los acontecimientos (como cuando soñamos, aunque, al convertirse en pesadilla los sueños, nos paralizan y dejan sin voz. Poco a poco él se va alienando de esa realidad que lo consume físicamente y logra concentrar su atención en una hora del día en la que conserva algún grado de esperanza y felicidad.

La fotografía de la película es hermosa. Nos conduce entre ciudades golpeadas por la guerra que nos ejemplifican la forma en que son destruidos los seres humanos por esa plaga. Las actuaciones de primera línea, sobre todo la de este jovencito, que se presenta ajeno a la dura realidad (quizás la única forma de supervivencia, aunque se llegue a pensar que la felicidad es una anomalía).

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