Hoy, mientras huía de San José en busca del sol porteño, recordaba la primera vez que lo visité hace ya tantos años. En esa oportunidad, mi mamá y mi papá nos llevaron a todos los hermanos menores (
Marielos, Isaac, Patricia,
Daniel,
Alejandra y yo), junto con la novia de mi hermano Isaac, a
Puntarenas. Era la primera vez que me enfrentaba al imponente mar, aunque ya estaba bastante
grandecita... creo que ya estaba en el colegio. Como no sabía a lo que iba y recién había adquirido la responsabilidad de elegir mi ropa, seleccioné mi preferida (un bonito pantalón rojo y una camiseta... también roja -queda claro que en esa época la moda y yo no íbamos de la mano... aunque creo que nunca ha sucedido tal cosa...-), que evidentemente no era la más apta para la ocasión.
Sin embargo, fue toda una aventura para mí; como siempre, estaba agobiada por el sol y mi tradicional "bronceado
morgue" no ayudaba. Ese día -como era domingo- mi mamá nos llevó a misa y luego, mi hermano Isaac (quien era el fotógrafo de la familia en ese momento), nos sacó una fotografía en el parque.
De regreso, otra nueva experiencia que no he podido volver a repetir, subirme al tren. Fue un viaje largo y cansado, durante el cual dormí la mayor parte del tiempo, solo interrumpida por mi mamá, a quien le preocupaba que fuera sentada junto a un desconocido; así que, a cada rato, me llamaba para ofrecerme un confite o cualquier otra cosa y... terminaba siendo el desconocido quien me despertaba, pues en mi profundo sueño, no escuchaba su voz.
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