La crónica roja tiene en sus archivos notas sobre un incendio en Guadalupe un 7 de diciembre de 1994. Aunque en algunos de los textos de la época puede leerse que se trataba de ecologistas con alguna breve reseña sobre sus luchas y logros, no fue suficiente como para que la memoria colectiva de un país guardara esa tragedia como un acto de amedrentamiento y una de las más atroces señales de que no se permitiría, en la pacífica y tranquila Costa Rica, atrevimiento como el que este grupo de personas podía prometer.
Para muchos la palabra accidente ya no puede ir asociada a un acto de tal injusticia como fue la muerte de los ecologistas de la Asociación Ecologista Costarricense (AECO). Las sospechas, más que desechadas, se han ido confirmando al pasar de los años mientras la impunidad continúa cabalgando a sus anchas.
Arriba: Oscar y María del Mar. Abajo: David y Jaime. |
Óscar Fallas, María del Mar Cordero, Jaime Bustamante y David Maradiaga eran militantes y dirigentes de la hoy extinta AECO.
La hoja de vida de esos luchadores, Óscar, María del Mar, Jaime y David, se extendía más allá de la AECO y podía pasar por ocupaciones de tierra, negociaciones con el gobierno, articulación de movimientos reivindicativos, creación de plataformas de coordinación popular.
Victoria final
Ese año 1994, había sido uno muy activo para la AECO. La campaña contra la Stone Forestal ya había terminado. La oposición al muelle astillero en el Golfo Dulce ya había sido decretada como una victoria. Desde aquél histórico campo pagado en que se le preguntaba al entrante presidente José María Figueres sobre la prioridad que tendría su gobierno respecto a la defensa ambiental, instándole a suspender la realización de ese muelle hasta la histórica campaña llevada adelante por las comunidades de la zona sur que supieron ver la importancia de la lucha organizada por sus derechos.
Una estrategia de lucha exitosa que combinaba el activismo, la coordinación entre organizaciones, la búsqueda de organicidad entre la comunidad, la generación de conciencia entre los pobladores que, en definitiva, le darían legitimidad a todo el proceso.
AECO no emprendió una lucha en solitario para ganar un galardón internacional. Prefirió hilar entre la gente, buscar a las organizaciones vivas de las comunidades que serían afectadas por el gran impacto ambiental y social de la actividad maderera que se daría en la zona.
La estrategia fue trazada con cientos de horas de reuniones, viajes al sur, conferencias, estudios, coordinación.
Hoy esa estrategia es utilizada en innumerables campañas en el mundo entero, con mayor o menor eficacia, con mayores o menores resultados, pero siempre con la mística de quienes emprenden luchas desde el corazón y la razón. Desde el amor por la vida y el amor por el planeta.
Su lucha sigue viva, porque en cientos de costarricenses su memoria está viva. Una memoria que a diario se transforma en lucha porque su trabajo no está terminado.
Mientras haya injusticia social, mientras haya destrucción ambiental y mientras la desigualdad y la impunidad sigan campeando en esta sociedad, alguien que haya tomado la bandera de sus manos seguirá luchando.
Óscar Fallas. Dirigente, movilizador y articulador, una personalidad de un gran carisma. Su huella, su enseñanza galopa hoy por cientos de personas que aprendieron con él que los sueños hay que empujarlos para que sucedan. Con una mirada profunda, una pluma incisiva y directa, pero sobre todo una brillante estrategia, Óscar hilaba entre el movimiento social hacia una lucha articulada, movilizadora. Su trabajo fue siempre una forma de organización desde abajo, que lograba la movilización de la gente que lograba identificarse y apropiarse de las luchas.
María del Mar Cordero. Una de las mujeres de fuego, de esas que encienden pasión y con ella emprende sus luchas y reivindicaciones. Su liderazgo era resultado de su aguda interpretación de la realidad, así como su especial forma de acompañar procesos en donde los verdaderos protagonistas pudieran llevar adelante la búsqueda de una mejor vida, la búsqueda de las soluciones pertinentes.
Jaime Bustamante. Soñador y poeta, maestro y motivador. Su entendimiento con los más jóvenes lo llevó a ser el mentor de una camada de muchachos y muchachas que, ya sea en Desamparados o en la zona Sur, lleva ahora su liderazgo, su poesía y su motivación dentro de sí mismos. Facilitador de procesos en donde la transformación podía darse desde la toma de conciencia de cada uno, Jaime siempre aportaba ese condimento que hacía falta para cuajar el cambio personal y colectivo.
David Maradiaga. Activista, poeta, luchador. Un incitador a la irreverencia, un escritor de futuro en cualquier copa. Logró comprometer la poesía con su lucha y su lucha con la poesía. Su risa ancha, su aguda mirada y su profundo humanismo podían echar andar cientos de motores de quien haya podido compartir algunas horas de reflexión, de poesía o de charla de trasnoche. Su ímpetu y fuerza vivaz continúan siendo inspiración para toda una generación.
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