17 de diciembre de 2023

Maquiavelo en el siglo XXI

El príncipe es un texto del diplomático y teórico político italiano Nicolás Maquiavelo, dedicado a Lorenzo de Médicis. Es por esto que, a pesar de que al inicio distingue entre dos tipos de gobierno: la república y el principado, es a este último al que se refiere el texto. Lorenzo de Médicis fue un gobernante de facto; a la muerte de su padre, se hace cargo del Estado florentino, en constante enfrentamiento con el Reino de Nápoles.

Algunas de las conclusiones principales del texto de Maquiavelo son las siguientes:


·         Existen diferentes principados según cómo se forman y cómo se gestionan.

·         Para construir un nuevo gobierno se pueden utilizar las armas o la virtud.

·         La mejor forma de mantener un principado es dar continuidad a lo que se había estado haciendo.

·         Un buen príncipe se forma en el arte de la guerra.

·         Es clave que el príncipe se rodee de buenos consejeros.

·         La virtud es importante, pero también el vicio, pues este puede generar respeto.

Si bien es cierto Maquiavelo escribe en el contexto de los siglos XV y XVI, el análisis ahí realizado puede claramente aplicarse al mundo del siglo XXI. La visión de autores como Yuval Noah Harari iban encaminadas a afirmar el fin de los principales males de la sociedad humana: la peste y la guerra. La pandemia vino a mostrarnos que aún tenemos muchos retos que enfrentar en pro del bienestar de las personas. En cuanto a las guerras, Harari señala en sus textos que solo se dan conflictos regionales; no obstante, el impacto de la invasión rusa a Ucrania conllevó la alteración de las cadenas de distribución a lo largo del mundo. Con la globalización, se ha relocalizado la producción. En el caso de Costa Rica la agricultura se ha visto muy afectada, pues se ha dedicado a la producción de grandes territorios en la siembra de frutas para la exportación; en tanto los alimentos básicos se han desplazado a la importación, con la supuesta afirmación de que es más barato comprar lo producido en otros países.

El caso es que aún no hemos resuelto todos nuestros problemas como sociedad y, en lugar de promover el bienestar de todas las personas en todos los países y territorios del planeta, continuamos con enfrentamientos internos y externos.


Varios de los consejos que Maquiavelo da al príncipe son hoy totalmente válidos; incluso, se trata de un texto que no ha perdido vigencia y es básico tanto en las ciencias políticas como en el derecho.

Hay tres ideas que son fundamentales y que podrían ser hoy la base de la manipulación de masas:


1.    La gente es más bien estúpida.

2.    La gente se fía de lo que está ante sus ojos.

3.    El príncipe debe saber esto para manipular a su gusto.

El político que desea llegar al poder es una especie de prestidigitador que muestra un truco a su público, el cual no se entera de lo que ocurre tras bambalinas. Para ello, el político debe conocer el arte de la guerra, que si bien es cierto Maquiavelo partía de la lucha armada (donde el ejército era un activo vital para mantener el poder), también tenía que ver con otro tipo de enfrentamientos. Para ello es vital que el político se disgregue entre la persona y el político propiamente, entre el deber ser y el ser. La faz política de una persona muchas veces es diametralmente opuesta, pues debe recurrir a acciones que no son afines con su comportamiento habitual (en la mayoría de los casos). Es por ello que muchas veces nos parece que emiten discursos contradictorios, pues los ajustan a las circunstancias y al público al cual van dirigidos. Un político puede ser violento o benevolente, dependiendo de lo que le convenga en ese momento para alcanzar sus objetivos.


El príncipe debe hacer lo que tenga que hacer para mantener el poder. Y es algo que cotidianamente vemos en gobernantes como Maduro, tratando de anular las elecciones para definir la candidata de la oposición; Ortega, encerrando en la cárcel o quitando la nacionalidad a sus opositores, o Bukele, quien en contra de disposiciones constitucionales pretende iniciar un tercer mandato.


En muchos países no es posible recurrir a la violencia, así que muchos políticos recurren a instrumentos como la mentira, la posverdad o, en tiempos más recientes, al uso de las redes sociales o la inteligencia artificial para propagar su discurso.


No es raro que se atribuya a Maquiavelo la frase “el fin justifica los medios”, que si bien es cierto no es utilizada por el autor, resume en cierta medida la forma en que el príncipe debe maniobrar o ajustarse, según el contexto, para conservar el poder, que es su fin último.


Pero no podemos pensar que el poder como tal es exclusivo de los gobernantes. Aunque el gobernante de un país tiene cierto grado de poder, las recomendaciones de Maquiavelo pueden ser aplicadas por cualquier otra persona; por ejemplo, en el ámbito empresarial o, incluso en el deporte, si pensamos en los manejos que se han dado en la FIFA.


El caso es que para conservar la buena voluntad de los ciudadanos, para que sigamos consumiendo sus productos o servicios -en el caso de los empresarios- o disfrutando de los deportes -sin cuestionarnos si existe corrupción o no en los entes federativos-, los políticos, gobernantes o empresarios recurrirán a la manipulación mediática. Hay muchos conceptos que se han acuñado en ese sentido, como el ecopostureo, que es cuando empresas contaminantes anuncian sus políticas en pro del ambiente.


Para acercarnos de mejor manera a los recursos utilizados para manipular a las masas, es importante citar a Noam Chomsky y Edward S. Herman, quienes en Los guardianes de la libertad proponen diez estrategias de manipulación:



1.  La estrategia de la distracción: El elemento primordial del control social es la estrategia de la distracción que consiste en desviar la atención del público de los problemas importantes y de los cambios decididos por las élites políticas y económicas, mediante la técnica del diluvio o inundación de continuas distracciones y de informaciones insignificantes. La estrategia de la distracción es igualmente indispensable para impedir al público interesarse por los conocimientos esenciales en las áreas de la ciencia, la economía, la psicología, la neurobiología y la cibernética. Mantener la atención del público distraída, lejos de los verdaderos problemas sociales, cautivada por temas sin importancia real. Mantener al público ocupado, ocupado y ocupado, sin ningún tiempo para pensar; de vuelta a la granja como los animales.


Como ejemplo de esta estrategia Pedro Baños señala en su texto El dominio mental, la atención que provocan en la actualidad los programas de chismes o la telerrealidad; también podríamos citar el fútbol, que aparte de distraernos (pues muchos aficionados no solo ven los partidos, sino que consumen todos los programas donde se comentan esos partidos), nos divide, pues nos separamos a partir de nuestra afiliación deportiva. No es raro escuchar en programas de entrevistas que pregunten: ¿saprissista o manudo? Otro caso que se presenta en Costa Rica es la insistencia en las jornadas 4x3, donde las personas trabajarán 12 horas durante cuatro días, sin contar los tiempos de traslado. Es claro que no le quedará mucho tiempo libre a esa persona para informarse de lo que ocurre en su entorno y, en esos tres días, probablemente esté recuperándose del agotamiento producido por la jornada intensa. 


2.  Crear problemas y después ofrecer soluciones. Este método también es llamado “problema-reacción-solución”. Se crea un problema, una ‘situación’ prevista para causar cierta reacción en el público, a fin de que este sea demandante de las medidas que se desea hacer aceptar. Por ejemplo: dejar que se desenvuelva o se intensifique la violencia urbana u organizar atentados sangrientos, a fin de que el público sea el demandante de leyes de seguridad y políticas en perjuicio de la libertad. O también crear una crisis económica para hacer aceptar como un mal necesario el retroceso de los derechos sociales y el desmantelamiento de los servicios públicos. 


En Costa Rica tenemos el ejemplo del actual Gobierno (Rodrigo Chaves Robles), que en forma reiterada ha afirmado que la Caja Costarricense de Seguro Social está quebrada; incluso detuvo la programación del desarrollo de infraestructura y ha detenido muchos otros proyectos y programas que se han venido desarrollando, con la excusa de que debe revisarlos porque desde su perspectiva están ligados a situaciones corruptas. Y, en tanto realiza estas afirmaciones, deja de pagar lo que le corresponde como patrono y como Estado, de forma que en cierta medida afecta la estabilidad de la Caja. 


3.    La estrategia de la gradualidad: Para hacer que se acepte una medida inaceptable, basta aplicarla gradualmente, a cuentagotas, durante años consecutivos. De esta manera fueron impuestas durante las décadas de 1980 y 1990 condiciones socioeconómicas radicalmente nuevas (neoliberalismo): Estado mínimo, privatizaciones, precariedad, flexibilidad laboral, desempleo en masa, salarios que ya no aseguran ingresos decentes. Cambios que habrían provocado una revolución si hubiesen sido aplicados de una sola vez y no de forma gradual, tal y como se ha dicho. 


Baños ilustra esta práctica con la imagen de una rana que está dentro de una olla con agua fría, la que poco a poco va aumentando su temperatura. Como el impacto es gradual, la rana -o el pueblo, en otras situaciones- no reacciona a tiempo. 


4.    La estrategia de diferir: Otra manera de hacer aceptar una decisión impopular es la de presentarla como ‘dolorosa y necesaria’, obteniendo la aceptación pública en el momento para una aplicación futura. Es más fácil aceptar un sacrificio futuro que inmediato. En primer lugar, porque el esfuerzo no es empleado inmediatamente. Segundo, porque el público, la masa, tiene siempre la tendencia ingenua a esperar que ‘todo irá mejor mañana’ y que el sacrificio exigido podrá ser evitado. Esto da más tiempo al público para acostumbrarse a la idea del cambio y de aceptarla con resignación cuando llegue el momento. 


Esta ha sido una de las principales estrategias utilizadas por nuestros gobernantes. El ejemplo clásico es el del gobierno de Abel Pacheco, en el cual no se tomaron decisiones necesarias. Al final, cuando un gobernante, presionado por el tiempo perdido en gobiernos anteriores, toma una decisión, pierde prestigio y la posibilidad de mantenerse en el poder. Mucho de ello ocurrió con el anterior gobierno del PAC, que luego fue castigado por los votantes y ni siquiera accedió a la Asamblea Legislativa. En cambio, Abel Pacheco es recordado como un gobernante bonachón. 


5.    Dirigirse al público como criaturas de poca edad. La mayoría de la publicidad dirigida al gran público utiliza discursos, argumentos, personajes y entonaciones particularmente infantiles, muchas veces próximos a la debilidad, como si el espectador, fuese una criatura de poca edad o un deficiente mental. Cuanto más se intenta engañar al espectador, más se tiende a adoptar un tono infantil. ¿Por qué? Si uno se dirige a una persona como si tuviese 12 años o menos, entonces, debido a la sugestionabilidad, esta tenderá, con cierta probabilidad, a una respuesta o reacción más infantil desprovista del sentido crítico de un adulto. 


Este es un recurso utilizado por muchas personas, incluso también es un mecanismo habitual en la machoexplicación, donde se utilizan apelativos como mi chiquita, mi amor, etc., para a continuación dar una explicación no solicitada e innecesaria. Si se desconoce la naturaleza de este mecanismo (machoexplicación), es probable que al final hasta se agradezca la condescendencia. 


6.    Utilizar el aspecto emocional mucho más que la reflexión: Hacer uso del aspecto emocional es una técnica clásica para causar un corto circuito en el análisis racional y, finalmente, neutralizar el sentido crítico de los individuos. Por otra parte, la utilización del registro emocional permite abrir la puerta de acceso al inconsciente para implantar o insertar ideas, deseos, miedos y temores, compulsiones o inducir determinados comportamientos, etc. 


En las últimas elecciones este ha sido el principal recurso al que han recurrido los políticos, para que las personas voten por aquello que responde a sus creencias y para separarnos y dividir a la sociedad. Así, es más común que la pasión generada por esa división nos impulse a ir a votar contra el otro. 


7.    Mantener al pueblo en la ignorancia de la mediocridad: Hacer que el público sea incapaz de comprender las tecnologías y los métodos utilizados para su control y su esclavitud. La calidad de la educación dada a las clases inferiores debe ser de la peor calidad, de manera que la brecha de la ignorancia, que separa las clases inferiores de las clases superiores, sea y permanezca incomprensible para las clases inferiores. Con tal discapacidad, incluso los mejores elementos de las clases inferiores tienen poca esperanza de destacar sobre los demás en el estrato social que les ha sido asignado en la vida. Esta forma de esclavitud es esencial para mantener un cierto nivel de orden social, paz y tranquilidad para las clases superiores dirigentes (armas silenciosas para guerras tranquilas). 


La principal arma que podría tener una persona es la educación. Históricamente, la educación permitió que en Costa Rica se consolidara una clase media. Con las medidas económicas iniciadas en los años noventa y con el deterioro de la educación, esa clase media ha ido desapareciendo poco a poco y muchas personas han ingresado al grupo en pobreza. En tanto, un grupo pequeño se ha enriquecido notoriamente, lo que nos ha convertido el país en el cual el índice de Gini denota la mayor desigualdad. 


8.    Estimular al público a ser complaciente con la mediocridad: Inducir al público a creer que está de moda ser estúpido, vulgar, inculto, mal hablado, admirador de gente sin talento alguno. Despreciar al intelectual, exagerar el valor del culto al cuerpo y el desprecio por el espíritu. 

Desde el actual presidente (Chaves Robles) hasta muchos de los influenciadores que encontramos en todas las redes sociales, hay un culto a la barbarie, a la ignorancia, a la superficialidad. Como mencionaba Baños, nos hace falta leer más, informarnos más y mejor, ser más críticos. Esta es la situación que ha generado la grave crisis en la educación y la grave crisis económica, que expulsa a las personas de escuelas y colegios.


9.    Reforzar la autoculpabilidad: Hacer creer al individuo que solamente él es el culpable de su propia desgracia, debido a la insuficiencia de su inteligencia, de sus capacidades o de sus esfuerzos. Así, en lugar de rebelarse contra el sistema económico y social, el individuo se autoevalúa y se culpa a sí mismo, lo que genera un estado depresivo, uno de cuyos efectos es la inhibición de su acción y, sin acción, no habrá reacción ni revolución. 


Este es otro discurso del que las elites económicas nos han convencido: de que sus bienes provienen de su propio esfuerzo; ignorando que muchos capitales son heredados y facilitados por la corrupción. 


10.  Conocer a los individuos mejor de lo que estos se conocen a sí mismos: En los últimos 50 años, los avances acelerados de la ciencia han generado una brecha creciente entre los conocimientos del público y los conocimientos poseídos y utilizados por las élites dominantes. Gracias a la biología, la neurobiología y la psicología aplicada, ‘el sistema’ ha disfrutado de un conocimiento avanzado del ser humano, tanto de forma física como psicológica. El sistema ha conseguido conocer mejor al individuo común de lo que se conoce a sí mismo. Esto significa que, en la mayoría de los casos, el sistema ejerce un control y un poder sobre los individuos mayor que el de los individuos sobre sí mismos. 


Baños escribe ampliamente sobre este tema. La facilidad con la que ingresamos nuestros datos y contamos nuestra “aparente” vida en redes sociales, nos hace pensar que la tecnología sabe más de nosotros que nosotros mismos. No obstante, hay que tener en cuenta que muchas veces construimos una imagen en las redes sociales, a partir de ideales impuestos. Tenía mucha razón el oráculo de Delfos al decir “conócete a ti mismo”, pero no es en redes sociales en donde nos hallaremos. 


La cultura, la lectura y el arte nos permitirán ese viaje introspectivo, por eso son tan peligrosas para los gobernantes. 


En resumen, los planteamientos de Maquiavelo son totalmente válidos hoy en día. Debemos conocerlos para estar alertas y exigir un comportamiento ético a nuestros gobernantes; pero, igualmente, cada uno de nosotros también debe mostrar un comportamiento ético.

17 de octubre de 2023

La evolución histórica del Estado nos enseña a comprender el Estado actual

El conocimiento no surge por generación espontánea. Igualmente, el lugar que habitamos, su forma de gobierno, su cultura, su paisaje, es el resultado de eventos históricos que se remontan al inicio de la humanidad. Cuando nacemos en un grupo familiar, poco a poco nos vamos impregnando de los usos y costumbres que se dan en la familia primero y, luego, en los espacios educativos, religiosos y sociales, en general.

A través de ese proceso de socialización conocemos las reglas generales de comportamiento: a bañarnos a diario, a masticar los alimentos con la boca cerrada, a saludar cuando llegamos a un lugar y despedirnos cuando nos retiramos. Todo eso lo aprendemos en nuestras familias por imitación o porque directamente nos lo enseñan nuestros mayores.

También en ese proceso de crecimiento en una familia, escuchamos las historias de nuestros antepasados más cercanos (abuelos, tíos, primos, etc.). Así, poco a poco vamos construyendo nuestro espacio en ese pequeño grupo social.

Cuando ingresamos a la escuela y continuamos nuestros estudios en el colegio, se nos repiten infinidad de hechos históricos relacionados con el surgimiento de nuestro país, Costa Rica. También aprendemos algo de la historia de la región y de la historia mundial. No obstante, pocas veces tenemos la oportunidad de analizar los factores que condujeron al acaecimiento de un hecho que marca la historia de la humanidad y menos aún de conocer la incidencia de ese hecho en nuestro presente.

En el caso de los estudios en torno a los Estados, los especialistas han considerado vital recurrir a la historia para conocer de cerca las formas de organización política a lo largo de la historia de la humanidad. Las prácticas de organización política actuales tienen sus inicios en tiempos remotos.

Los filósofos e historiadores han escudriñado en esos orígenes y han planteado sus hipótesis al respecto. Rousseau plantea el contrato social como una respuesta al momento en que los seres humanos, que por naturaleza son buenas personas, deciden limitar sus libertades para velar por el bien común. Thomas Hobbes es de la idea de que el ser humano es por naturaleza perverso y se requiere de un Estado fuerte para controlarlo. Pero más allá de hipótesis o teorizaciones sobre el tema, lo fundamental es acercarse a los hechos históricos que hayan sido documentos.

Es claro que la ausencia de una organización política haría que el ser humano tuviera que enfrentarse a la “ley de la selva”, en donde la fuerza se impondría a la razón y las personas vivirían ante el temor permanente de perder sus bienes y hasta la vida. Ante esa situación, lo lógico sería que las personas se unieran y cedieran parte de su libertad a cambio de protección.

En una investigación reciente Joerg Baten, Giacomo Benati y Arkadiusz Soltysiak[1], quienes han estudiado las señales de violencia en los cráneos y heridas encontradas en esqueletos de más de 3500 individuos (en un periodo que va de 14 000 años hasta 400 antes de nuestra era, cuando Heródoto inició la historiografía), lograron determinar que la violencia fluctuaba:

Después de esos siglos de mayor violencia interpersonal, el registro arqueológico muestra un descenso durante 1500 años, desde el 4500 hasta el 3000 antes de nuestra era. En ese tiempo, los Estados perfeccionaron su organización, obteniendo recursos a través de los impuestos, y fueron capaces de controlar la violencia social, en parte a través del control militar, pero también fomentando la cooperación mediante festivales religiosos y otros proyectos, como la construcción de templos o palacios, que fomentaron el sentimiento de pertenencia a una sociedad y la reducción de conflictos.

Posteriormente se incrementó de nuevo la violencia en la transición hacia la Edad de Hierro.

Giacomo Benati, uno de los investigadores, considera que este tipo de trabajos permite acercarse a periodos de la historia poco conocidos, además de “comprender qué factores fomentan el conflicto”. Señala que, durante la Edad de Bronce, una de las épocas más desiguales de la historia, la violencia desciende:

[…] En este periodo se observa también una profesionalización de la guerra, con entierros en los que aparecen cada vez mayores cantidades de armas, algo que pudo hacer que, aunque hubiese altos niveles de conflicto, las heridas asociadas a la violencia fueren menos frecuentes entre los grupos que no pertenecían a la casta guerrera. […]

El surgimiento de un contrato social (como planteaba Rousseau) haría pensar en una tendencia cooperativa en la humanidad para alcanzar objetivos comunes. No obstante, Benati señala en la entrevista que le hizo el periodista de El País que los seres humanos estamos inclinados tanto a la cooperación como al conflicto: “En el registro arqueológico vemos que siempre hay cooperación, para construir ciudades y vivir juntos en ellas en grandes grupos, pero también hay conflicto […] Ahora sabemos que la organización institucional y los sistemas legales que ayudan a gestionar el conflicto dentro de una sociedad reducen la violencia, y que los cambios climáticos o la urbanización pueden aumentarla”.

Es por este mismo motivo que los estudiosos de la teoría política dirigen su mirada al pasado, para comprender de mejor forma las instituciones que se han desarrollado a lo largo de nuestra historia, y cómo esas prácticas que algunas veces fueron muy exitosas y otras no tanto, hoy forman parte de las bases de nuestros Estados.

Tanto Francisco Antonio Pacheco (Introducción a la teoría del Estado) como Manrique Jiménez Meza (Derecho público) hacen un recuento de las formas de organización a partir de las polis griegas. Esas ciudades-estado que se caracterizaban por conformar territorios pequeños y comunidades también pequeñas, donde la participación de los ciudadanos era algo cotidiano:

[…] El ciudadano de las polis es gobernante y gobernado. Está tan orientado hacia los asuntos de la ciudad que su vida pública es tan importante como la privada […][2]

Esa forma de organización no impedía que en situaciones de ataques externos las ciudades se unieran para enfrentar a sus enemigos comunes. Particularmente destaca la ciudad de Esparta, donde sus ciudadanos eran guerreros consumados.

No es de extrañar que los principales aportes de las polis griegas estén ligados a la democracia directa: el plebiscito y el referéndum, que se encuentran recogidos en los artículos 168 y 123 de nuestra Constitución Política.

Las polis griegas se ubican desde los años 1200-1100 hasta el siglo VIII antes de nuestra era.

La literatura nos dibuja estas ciudades estado de muy buena manera en el poema épico Ilíada, atribuido a Homero. En ella los líderes de las diferentes ciudades griegas se unen para invadir Troya. Aquí destaca el hecho de que todos los reyes tienen la misma jerarquía, así se elige un primus inter pares, lugar que le es otorgado a Agamenón. Y a partir de esta batalla en Troya se inspira Virgilio para atender el encargo del emperador Augusto y, en la Eneida, narra el surgimiento mítico de Roma.

El Imperio romano se extiende desde el 27 antes de nuestra era hasta el 330 de nuestra era. Roma se convirtió en una potencia militar y se extendió por lo que hoy es Europa, parte de Asia y de África. En Roma solamente los ciudadanos tienen protección de sus libertades; las mujeres, los niños y los esclavos carecían de derechos. El pater familias podía decidir incluso sobre la vida de las mujeres, hijos y esclavos a su cargo.

Con el crecimiento territorial del Imperio se hizo necesario crear una estructura que permitiera la imposición de la autoridad imperial y, por supuesto, el cobro de los impuestos. Para ello requería también un ejército poderoso y bien organizado. Roma crecía a partir de la fuerza de sus legiones.

De este periodo heredamos la existencia de funcionarios especializados (burócratas que permitían al Imperio mantenerse presente en los lugares más alejados de Roma), el cobro de los tributos a las comunidades anexadas al Imperio y la profesionalización del ejército.

Con la división del Imperio romano y su posterior caída, el poder se disgregó de forma considerable. Surge lo que los autores denominan la poliarquía medieval, donde se presentaban diferentes centros de poder. La novela de Umberto Eco, El nombre de la rosa, nos muestra de una forma amplia los conflictos de la época en torno al poder (con la participación de la Iglesia católica, que ya había sido reconocida por Constantino, antes del declive del Imperio romano).

En este periodo destaca la organización de las sociedades en estamentos (nobleza, clero, villanos y siervos), donde la movilidad social no era posible. Al no contar con un ejército poderoso, el rey debía ceder a las peticiones de los nobles (señores feudales) que eran la única autoridad en sus territorios. En la novela La catedral del mar, Ildefonso Falcones nos muestra los excesos que cometían los señores feudales entre las personas que habitaban sus territorios. Las personas que podían desarrollar alguna empresa (sea agrícola o de otra naturaleza) debían pagar altos tributos a los señores feudales por producir en sus tierras. No había posibilidad de poseer la tierra sino solo de alquilarla.

Es difícil señalar alguna herencia de esta etapa a las formas de gobierno actuales, aunque podría sugerirse que la fortaleza de los gobiernos locales (quizás también por influencia de las polis griegas) podría verse favorecida. Sobre todo, por el nivel de descentralización que tenían los feudos, donde los señores feudales actuaban sin ningún control de parte del reino.

En el periodo que va del siglo XVIII al XIX se fortalece la figura del rey. Desde mediados del siglo XVII tenemos al Rey Sol, Luis XIV , quien se convierte en la figura más destacada del absolutismo monárquico. Este rey se enfrentó al poderío español, aliado a los ingleses, y como resultado extendió sus dominios a varias provincias y ciudades españolas.

Si bien es cierto durante este periodo los reyes imponían su voluntad de forma violenta, su cercanía a filósofos y artistas de la época permitió el desarrollo del arte y del conocimiento de forma importante. A esa etapa se le conoce como el Siglo de las Luces.

No es raro que muchos artistas se mantuvieran ligados a las casas reales. Lion Feuchtwanger, en su libro Goya nos narra la relación del pintor español con la casa real y su cercanía a Carlos IV y su esposa María Luisa de Borbón, a quienes retrató en varias oportunidades y quienes en algunas ocasiones lo protegieron de la misma Inquisición.

Durante esta época se dieron muchas reformas en distintas áreas: educación, justicia, agricultura, libertad de prensa y tolerancia religiosa; debido, principalmente, a la influencia que tuvieron filósofos, eruditos y librepensadores en los monarcas de la época.

Los aportes más significativos a nuestras formas actuales de gobierno son el apoyo a las artes y a la filosofía y la innovación en el ámbito político (debido a las reformas que se dieron en diferentes áreas).

El siguiente periodo que destacan los teóricos es el del constitucionalismo limitado (que inició en el siglo XVIII y cuyas instituciones aún permanecen). Se trata de la génesis del constitucionalismo, según el cual los Estados surgen por medio de la constitución (que es un documento que recoge los fundamentos y principios del nuevo Estado).

Según Montesquieu, la constitución deriva de la realidad de determinado orden político; así, cada texto constitutivo responderá a la realidad del grupo social, estado o nación en el que surge. Rousseau considera que la constitución deriva de la voluntad del pueblo; lo cual es cierto, pero debe matizarse. Si bien es cierto las asambleas constituyentes por lo general están constituidas por las élites, la participación del pueblo mediante la protesta social es necesaria para que sus exigencias sean atendidas.

Las principales manifestaciones de este periodo las vemos en la Constitución de los Estados Unidos (1787) y la Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano en Francia (1789). Pero, con las luchas de poder en la naciente República francesa, surgen nuevas constituciones en 1791, 1793, 1795 y 1799. Luego se convierte en un imperio con el surgimiento de la figura de Napoleón Bonaparte.

Eso nos muestra claramente lo que señalábamos al inicio, en el sentido de la fluctuación que se da en las formas de organización de las sociedades (y la violencia que surge durante esos procesos). Pueden darse grandes avances con el surgimiento de estados más igualitarios y respetuosos de los derechos humanos, pero surgen oleadas autoritarias que tratan de imponer la voluntad de dictadores o élites acaudaladas.

Lo que más caracteriza a estas sociedades es que las constituciones que las fundan consagran derechos fundamentales, gobiernos representativos, la separación de poderes y el sistema de pesos y contrapesos. Todos estos elementos fundamentales de las democracias liberales que tuvieron su apogeo en la segunda mitad del siglo pasado e inicios del presente (donde han caído en una profunda crisis de legitimidad).

El último periodo que caracterizan los teóricos es el demoliberalismo, que actualmente está en aplicación en muchos Estados. El régimen que aplica en este sistema es la democracia, donde la participación del pueblo en el ejercicio del poder es necesaria. Esta participación se da generalmente mediante el sufragio; no obstante, en las democracias más desarrolladas se da una mayor incidencia. En Costa Rica existe la posibilidad de que se presenten proyectos de ley por iniciativa popular, por ejemplo.

Actualmente, el debilitamiento de los partidos políticos y la falta de participación de los ciudadanos en los procesos políticos ha debilitado considerablemente las democracias liberales. Una ola de autoritarismo se ha extendido por todo el planeta, incluso en países democráticos, donde algunos políticos han adoptado discursos populistas y sobre la base de mentiras, posverdades y el uso de las redes sociales y, probablemente ya pronto, de la inteligencia artificial, les dicen a los electores lo que quieren escuchar, aunque sus planes de gobierno difieran del beneficio de las mayorías.

Creo que es vital conocer la historia del desarrollo político de nuestras sociedades para descubrir esos puntos críticos que se han dado y las formas que han utilizado los pueblos para superarlos. En este momento es mediante el estudio, una mayor participación, el fortalecimiento de los partidos políticos y la participación ciudadana activa, que lograremos incidir de mejor forma en el resultado de las elecciones y en la labor que realizan los funcionarios que hemos elegido.

Creo que podemos tomar la frase de Jorge Agustín Nicolás Ruiz de Santayana (George Santayana) en el sentido de que “quien olvida su historia está condenado a repetirla”. No debe ser mediante la violencia que ocurran los cambios en nuestra sociedad. Los acuerdos políticos, la participación y la empatía son los instrumentos que deben guiar nuestras decisiones. El beneficio de la sociedad debe prevalecer sobre los intereses egoístas de las personas. Es necesario no solo que hablemos más, sino que sepamos escucharnos.



[1] Citado en el artículo de Daniel Mediavilla, “La aparición de los Estados provocó un pico de muertes violentas hace 6400 años”. En: El País, 9 de octubre de 2023: https://elpais.com/ciencia/2023-10-09/la-aparicion-de-los-estados-provoco-un-pico-de-muertes-violentas-hace-6400-anos.html?sma=elboletindemateria_2023.10.14_3&utm_medium=email&utm_source=newsletter&utm_campaign=elboletindemateria_2023.10.14_3

 [2] Pacheco, página 87.

22 de marzo de 2016

Identidad nacional y globalización: ¿las dos caras de una misma moneda?

Con la independencia de los países latinoamericanos durante los siglos XIX y XX, los nuevos países; o, más bien, los grupos hegemónicos en esos nuevos países, concentraron sus esfuerzos en alejarse de los reinos que los conquistaron y los colonizaron. Se trata de un periodo que los historiadores y otros estudiosos de la cultura define como el de la construcción de las identidades nacionales.

Luego de la independencia continuaron las luchas entre los diferentes grupos que, poco a poco fueron definiendo con la demarcación de los límites territoriales; es así como la geografía (al igual que sucedió en los países europeos que igualmente surgieron a partir del resquebrajamiento de los imperios de los que formaban parte), empezó a definir no solo los límites de esos nuevos estados, sino también el paradigma del cual trató de definirse una identidad nacional o una cultura nacional.

Esta insistencia en la demarcación de límites ha sido causa de muchas guerras entre los habitantes de los nuevos estados e, incluso, en este año fuimos testigos de los diferendos entre los gobiernos de Costa Rica y de Nicaragua al respecto. En ese sentido, es claro que esa construcción identitaria, ese establecimiento de territorios nacionales, ha sido un proceso frágil.

Esto no sorprende si tomamos en cuenta la dificultad que existe para delimitar países o áreas geográficas en toda Latinoamérica, cuando somos vistos desde fuera. Hace un par de meses leía en un blog que República Dominicana pertenecía a América del Norte (e inmediatamente hice mi corrección en los comentarios, sin recibir respuesta). Y apenas hace un par de semanas, en un curso sobre el uso de un software para la publicación de revistas en línea, vi que en el gráfico que describía el uso del programa en el mundo, no aparecía América Central, pues había sido absorbida por América del Norte (probablemente muchos de los que votaron en contra del tratado de libre comercio que se firmó con los Estados Unidos, no se muestren sorprendidos).

El caso es que ese interés por tratar de distinguirnos del resto de países de Latinoamérica pareciera no tener mayores efectos fuera de los límites de esta zona geográfica; pues, para el resto de países todos somos iguales (sudacas, latinos o como prefieran llamarnos); tal y como nos ocurre cuando tratamos de definir a los originarios del Lejano Oriente, pues para nosotros todos son "chinos". Lo que sorprende es el hecho de que, aun cuando seamos parte de Occidente, siempre se nos vea como a los otros, los diferentes, los del tercer mundo, los retrasados.

Pero, volviendo al tema de la identidad, llama la atención la insistencia por diferenciarnos del vecino y por alejarnos, en muchos casos, del legado español; aun cuando no fue sino hasta las últimas décadas que dejamos de celebrar el "descubrimiento de América" y empezamos a hablar del "encuentro de culturas".

El caso es que con este afán de distanciarnos de lo español, y en lugar de volver los ojos a nuestro legado indio, se optó por tratar de copiar los ideales franceses, con el discurso de "libertad, igualdad y fraternidad" (que no fue más que un discurso). Así, no sorprende que la bandera de Costa Rica tenga los mismos colores de la bandera francesa.

Pero, nos preguntamos, ¿qué sabría de ese país europeo el ciudadano promedio? Pues nada. En un país donde apenas empezaba a consolidarse la ciudad y los centros obreros, donde no había seguridad social ni leyes laborales, el ciudadano común debía trabajar desde corta edad para apenas vivir. Los estudios se quedaban para los hijos de las familias adineradas, que eran las únicas que podían conocer de primera mano la historia y la cultura francesas. Se trata de la "ciudad letrada" de Ángel Rama, construida desde las aspiraciones de los grupos hegemónicos latinoamericanos.

En las últimas décadas han resurgido discursos que propugnan por la recuperación de las identidades nacionales, supuestamente en riesgo por la "globalización". Es así como esta palabra se ha demonizado y se convertido en la causa de la pérdida de la identidad de los países latinoamericanos frente a la influencia de la cultura estadounidense.

Y surgen estudios que traen a la palestra un tema que pareciera haber sido superado, pero que todavía hoy es motivo de congresos y actividades académicas y culturales. A finales del siglo pasado se realizó en Costa Rica un ciclo de actividades donde se reflexionó sobre la identidad nacional desde diferentes aristas y, lo único claro al concluir estas, fue la imposibilidad de definir una "identidad nacional".

Pero todas esas discrepancias no son nuevas; aun cuando desde nuestra formación escolar y colegial se nos trató de convencer de la existencia de una identidad nacional, con himnos, días del agricultor (en los que nos vestíamos de campesinos) y lecturas de Magón.

Álvaro Quesada señala la escisión de ese concepto de identidad desde los textos del Olimpo, "donde los antiguos valores y costumbres tradicionales se encuentran en proceso de descomposición, corroídos por las nuevas relaciones y valores de la modernidad capitalista" (2002:48). No pareciera diferir demasiado de los discursos que ahora tratan de "rescatar" nuestra identidad; como si se tratara de un desaparecido en la selva o la víctima de un desastre que requiriera de los cuerpos de rescate para su supervivencia.

Pero volvamos a la globalización. Este concepto surge originalmente dentro del ámbito de la economía y de las relaciones comerciales. Con el desarrollo de las comunicaciones y de los medios de transporte, se ha facilitado mucho el movimiento de las personas y de las mercancías. De esta forma, muchas empresas nacionales se han extendido a otros países adquiriendo un carácter transnacional. Esa visión global de los negocios, se ha visto fortalecida con el movimiento de las fábricas a países donde la mano de obra es más barata y existen menos restricciones y costos para su funcionamiento. En esa línea de disminuir los costos para aumentar la ganancia, se ha consolidado el término de globalización.

Y no solamente en el ámbito de la producción se han movilizado las empresas transnacionales, pues han encontrado en otros países, consumidores para sus productos. Y, para ello, se han aprovechado del desarrollo de los medios de comunicación de masas, donde incluso junto con las noticias, se nos inserta la publicidad. Al respecto, Álvaro Cuadra ha señalado que el "discurso publicitario es el lugar emblemático donde se dan cita los procesos de virtualización massmediáticos y el diseño cultural matriz: la sociedad de consumo" (2003:119); consumo de bienes y servicios que provienen de empresas transnacionales y, en esa medida, totalmente ajenos a los productos nacionales. En esa línea, y a fin de asegurar sus ventas, es necesaria la alienación de los consumidores por medio de la publicidad (y de los productos culturales que viene de los países que los producen):
Sustentada en la fetichización del mercado, la globalización capitalista promueve al máximo el consumismo desaforado, la cultura del "úselo y tírelo", con el consecuente deterioro del medio ambiente y el agotamiento de los recursos naturales no renovables.
Este modo de consumo se traslada a través de múltiples canales a las naciones menos desarrolladas, las cuales, sin haber alcanzado el nivel de desarrollo adecuado, se ven abocadas a asimilar patrones culturales ajenos a sus propias realidades, provocando distorsiones de índole estructural e impidiendo el desarrollo del mercado interno (García y Pulgar, 2010: 724).
Sin embargo, y como lo afirman varios autores (Mato, 2001; Wallerstein, 2004; Giddens, 2002; Featherstone, 2002; Castro-Gómez, 1998; Achúgar, 2000; entre otros), la globalización va más allá de lo comercial. Como se indicó el desarrollo de nuevas tecnologías ha permitido un mayor intercambio entre las personas en todo el mundo. Así, ya no dependemos totalmente de los medios de comunicación de masas tradicionales (ahora en manos de estas mismas transnacionales y utilizados -muchas veces- para la publicidad de todos sus productos, en detrimento del periodismo de calidad, informativo y de análisis de otros tiempos); sino que podemos acceder a la información si tenemos conexión a la internet y somos capaces de navegar en busca de fuentes alternativas.

Esto ha permitido que el intercambio cultural vaya más allá del económico (en el que pareciera que solo somos receptores o vemos pasar de lejos los bienes que producen en nuestros países para exportación, no para el consumo interno). Así, el movimiento de capitales, las inmigraciones, las importaciones y exportaciones de bienes y servicios en todos el mundo; van de la mano con el chateo, las redes sociales, la creación de blogs y el intercambio de información ya no producida por las mass media o las agencias de noticias (e incluso por las agencias de publicidad), sino de contenido elaborado por el ciudadano común.

¿Y qué tiene que ver todo esto con la literatura? Pues mucho, pues la literatura es un producto cultural de gran importancia, y determinante por muchos años, de la identidad latinoamericana. Esto debido a que no se nos ha reconocido tradicionalmente como teóricos, sino como apasionados autores de textos de realismo mágico (o de novelas de las bananeras, criollismo, textos de la revolución, entre otros tantos estancos en los que se nos ha querido encasillar para "facilitar" el estudio de nuestra literatura).

Además, la literatura también es un bien de consumo, y clasificarla facilita su comercialización; pues el consumidor necesita de un parámetro para valorar los productos que le son ofrecidos y, en esa línea, es más sencillo vender los libros de una novela de Isabel Allende, indicando que su producción se encasilla dentro del realismo mágico de García Márquez, que tratar de establecer algunas de sus características particulares. Y, si funcionó con Allende, las grandes editoriales no iban a inventar nuevas recetas para vender la más reciente producción de cualquier otro escritor latinoamericano.

El problema se les presenta cuando aparecen nuevos escritores que reniegan de esa herencia literaria o, matizando un poco, del encasillamiento en el que los encierran las editoriales y los críticos literarios. El gran problema es que esos textos producidos en las últimas décadas, "bien pudieron ser escritos en cualquier país del Primer Mundo", como les decía un editor a un grupo de jóvenes escritores latinoamericanos (Fuguet y Gómez, 1996:10).

Jorge Fornet (2007) se preocupa más bien, por la ausencia de marcas identitarias en los textos escritos por estos escritores jóvenes e, incluso, critica la ausencia de compromiso con su entorno (volviendo a la superada visión de la escritura comprometida y la de los autores definidos políticamente -eso sí, a favor de las causas de izquierda, porque de lo contrario, se trataría de un Vargas Llosa cuya posición política le ha valido la desautorización literaria en muchos ámbitos).

Pero, poco a poco, muchos de estos nuevos escritores han recibido el reconocimiento de la crítica; incluso (tal es el caso de Jorge Volpi) han sido aceptados por las elites políticas de sus países y esto les ha permitido acceder a puestos diplomáticos representativos (a pesar de que los críticos afiliados a esquemas nacionalistas o identitarios, consideran que su literatura no tiene marcas de su nacionalidad -no parece literatura mexicana-). Actualmente, Volpi es agregado en la embajada de su país en Roma.

Pero, el mismo Volpi defiende la tesis de que los críticos se han equivocado desde mucho tiempo atrás, pues autores como "Cortázar, Fuentes, Vargas Llosa y García Márquez eran considerados como perniciosos 'cosmopolitas' por parte de los críticos de la época" (2004:219). Incluso en este ensayo, Volpi se burla un poco de su situación como escritor joven con éxito (premiado en múltiples ocasiones, becario y funcionario gubernamental en muchas otras).

De esta forma, las grandes editoriales logran recuperar el monopolio de la literatura latinoamericana; ya que por medio de los premios logran ubicar en las noticias a estos jóvenes autores, con quienes se aseguran no solo la publicación del libro premiado, sino también la de los siguientes libros del autor. Así, ponen sus nombres en las noticias y facilitan la decisión de compra de los lectores, atiborrados de publicaciones en las pocas librerías que quedan (en negocios que más parecen bazares). Facilita esta labor mercadológica la juventud del escritor y, si además es una persona atractiva (según el canon de belleza occidental), la venta está asegurada.

Pero no todo está perdido. Como lo señalé líneas arriba, la internet ha facilitado la divulgación de autores aún no publicados, ha permitido el establecimiento de lazos entre escritores, críticos y pequeñas editoriales (las pocas que se han mantenido a pesar de la invasión de las grandes transnacionales) y la subsecuente publicación de textos novedosos.

Igualmente, en muchas universidades los profesores de filología se han dado cuenta de que no pueden seguir analizando la literatura como lo han venido haciendo hasta ahora. Es necesario que se expandan y se enfrenten a estos textos de forma más transdisciplinar.

Es claro que no estamos ante una literatura comprometida, pero también lo es el hecho de que la literatura, como producto cultural, nos muestra las condiciones de su producción (tan variadas como variadas son las condiciones de cada autor). Y es ahí realmente donde está la clave, como se decía de Borges, que afirmaba que no era necesario que en sus textos se hablara de las costumbres de su país para que se tratara de literatura argentina.

Creo que el siguiente paso es que los centros de investigación en las universidades, estudien más la producción en la web; aunque probablemente su presentación algo caótica haga dudar de la estabilidad de sus textos. Puede resultar más seguro poseer un libro, donde el texto haya sido fijado, y podamos guardarlo en nuestra biblioteca sin el temor de que sus palabras se transformen. A pesar, claro, del hecho de que sus lecturas siempre van a cambiar (aunque se trate siempre de la misma persona que lee).

Y, para terminar, estoy convencida de que la literatura formadora de identidades y toda la literatura que fue clasificada por etiquetas, no siempre respondió a lo que decía la etiqueta; pero ello facilitó no solo el trabajo de los críticos y de los académicos, sino también la comercialización de la literatura como bien de consumo. En esa línea, ya en el siglo XXI, con el desarrollo de las nuevas tecnologías, en la alta Modernidad, la literatura sigue sin poder ser atrapada bajo etiqueta alguna; y, más allá de la genialidad (o ausencia de ella) de parte de los escritores, lo que se requiere es de lectores avispados que lean en ella algo más que sábanas que se llevan jovencitas, selvas voraces, compañías bananeras, sexo, drogas y rock and roll.

Bibliografía

Achúgar, Hugo. 2000. Nuestro norte es el Sur. A propósito de representaciones y localizaciones. Nuevas perspectivas desde/sobre América Latina. El desafío de los estudios culturales. Santiago: Cuarto Propio.

Castro-Gómez, Santiago. 1998. Latinoamericanismo, modernidad, globalización. Prolegómenos a una crítica poscolonial de la razón. México: Porrúa.

Cuadra, Álvaro. 2003. Culturas globales y locales. Criterios. La Habana. 33.

Fornet, Jorge. 2007. Y finalmente, ¿existe una literatura latinoamericana. Revista Iajiribilla. Cuba.

Fuguet, Alberto y Gómez, Sergio (eds). 1996. MacOndo. Santiago: Mondadori.

García, Jambell y Pulgar, Nora. 2010. Globalización: aspectos políticos, económicos y sociales. Revista de Ciencias Sociales. XVI, 4, octubre-diciembre, 721-726.

Giddens, Anthony. 2002. Consecuencias de la modernidad. Madrid: Alianza.

Jiménez, Alexánder y Oyamburu, Jesús (comp.). 1998. Costa Rica imaginaria. Heredia: Efuna.

Mato, Daniel. 2001. Des-fetichizar la "globalización": basta de reduccionismos, apologías y demonizaciones, mostrar la complejidad y las prácticas de los actores. Estudios latinoamericanos sobre cultura y transformaciones en tiempos de globalización 2. Buenos Aires: Clacso y Unesco, 147-148.

Quesada Soto, Álvaro. 2002. Uno y los otros: identidad y literatura en Costa Rica 1890-1940. San José: EUCR.

Volpi, Jorge. 2004. El fin de la narrativa latinoamerica. Palabra de América. Barcelona: Seix Barral.

Wallerstein, Immanuel. 2004. Capitalismo histórico y movimientos antisistémicos. Madrid: Akal.

21 de febrero de 2016

Contacto extraterrestre

El cine se convirtió en una muy buena excusa para que un grupo de buenas amigas nos reunieramos a ver algunas películas y hablar de ellas. Así, decidimos que a partir de un eje común, seleccionaríamos cinco películas y luego nos sentaríamos a conversar sobre ellas: sus coincidencias, nuestras lecturas, sus intertextos. El primer tema sugerido fue "contacto extraterrestre" y estas fueron las películas sugeridas:

Las primeras cuatro películas tienen guiños entre sí: la forma de viajar en el espacio grandes distancias, la presencia de seres extraterrestres que tienen un mayor desarrollo tecnológico y, quizás, hasta espiritual; la posibilidad de que estemos conectados, de que ellos y nosotros seamos parte de lo mismo.


En esas películas sobresale la curiosidad del ser humano, la forma en que lanzan su mirada hacia las estrellas en busca de algo más; algunos desde el lente de un telescopio, otros lanzándose al espacio, a velocidades que podrían acabar con sus vidas, hacia lo desconocido. Esa curiosidad que todos tuvimos de niños y que aún muchos mantienen, mientras otros la han perdido ante los temores con los que somos marcados durante nuestra socialización.

La última película nos muestra al ser humano que teme a lo desconocido, a aquello que nos ataca, que nos invade; ese mismo temor que Orson Wells desnudó al leer en la radio la adaptación de la novela de H. G. Wells.


Así, nuestra relación con lo extraterrestre, lo extraño, lo extranjero... siempre se verá marcada por esos dos extremos: el temor y la curiosidad por lo desconocido. Estos sentimientos que pueden ser la base de las mayores injusticias y de los mayores adelantos de la humanidad.

1 de enero de 2012

2012


Hoy empieza el año 2012 del calendario occidental. Dado que es un calendario inexacto, este año será bisiesto para tratar de ajustarlo a la rotación de la Tierra en torno al Sol (que en teoría tiene la duración de un año); sin embargo, con el tiempo nos vamos dando cuenta, más allá del cambio climático, que los días soleados y vientos fríos de diciembre ya no inician desde los primeros días de ese mes, ni en mayo inician las lluvias que terminan en noviembre. Nuestro calendario está muy alejado del movimiento natural de nuestro planeta y del universo en general.

A pesar de ello y al ser una construcción cultural, no deja de ser un híbrido entre naturaleza y cultura (para utilizar la tradicional división binaria a la que estamos habituados). Este año se ha hecho famoso en los medios, por ser el punto en que varias tradiciones señalan como un final. Según el calendario maya el 21 de diciembre de 2012 se marca un fin de ciclo; esa misma fecha es señalada como el fin del mundo en el Libro de los Muertos y para Nostradamus es un año marcado por eventos apocalípticos (que parecieran darse desde que el ser humano tiene memoria y el 2011 no fue una excepción, pues hasta regresó José María Figueres a comerse su tamalito).

Pero el inicio y el fin son parte de un mismo círculo; la vida no podría existir sin la existencia de la muerte; lo que hace las cosas buenas, como decía Serrat en un concierto que veía anoche, es que terminan, pues no habría cuerpo que las aguantara. Por eso, debemos iniciar este nuevo año y llenarlo de inicios, pero también de finales; disfrutar a plenitud de cada día, de cada hora, de cada minuto y de cada segundo; sin perdernos en los recuerdos de supuestos pasados idílicos ni pasarnos el día planeando el futuro.

Este nuevo año tendremos juegos olímpicos en Londres, será el centenario del hundimiento del Titanic y podremos disfrutar de grandes eventos cinematográficos. Como todo año que inicia, estará lleno de compromisos y promesas; pero el único que deberíamos hacer es con nosotros mismos, el compromiso de vivir cada instante al máximo, no dejar escapar la vida sin vivirla plenamente, a nuestro gusto, a nuestra manera, al lado de quienes quieran acompañarnos en esta aventura que es vivir.

Bendiciones para todos en este Año Nuevo. Que no se les escape ni un segundo de vida.